En el Día de la Madre celebramos ese vínculo profundo que nace desde el primer instante de vida: el amor materno. Desde el primer latido compartido, la presencia de una madre —sea biológica, adoptiva o del corazón— se convierte en el primer refugio emocional, en esa fuerza silenciosa que nos impulsa a crecer, aprender y ser. Es un amor que no se explica, se siente; que no se impone, se da sin medida.
Ser madre va mucho más allá de lo biológico. Es una elección diaria, una entrega constante que no siempre sigue un guion. No existe un manual para ser madre; cada mujer lo hace desde su propia historia, sus circunstancias y su forma única de amar. Y en esa diversidad, en esas maneras distintas de cuidar, enseñar y estar, radica una belleza inmensa que merece ser reconocida y valorada.
Porque aunque todas las madres sean diferentes, el amor de madre es universal. Las une su capacidad infinita de dar, de sostenernos incluso en los días más difíciles, de enseñarnos con el ejemplo. Hoy celebramos a todas las madres: a las que están, a las que ya no están, a las que eligieron serlo y a las que maternan desde el alma. Gracias por ser pilar, fuerza y amor incondicional.